martes, 18 de septiembre de 2007

Perfume de Cristian Serrano

Perfume


Él la encontró en los momentos de la vida en los que no se debe encontrar a nadie. Menos a ella. El se perturbó, se acomplejó, se sobornó, se idiotizó, se preocupó pero, sobre todo, se dejó seducir. Un encuentro contingente, fortuito, podría haber sido ella u otra, pero fue ella. Aquel cinco pasó a ser un eterno y placentero dieciséis y los encuentros, esporádicos y estructurados, podían ser serios o divertidos, silenciosos o locuaces.

Todo había en ella que colmara sus deseos. Belleza, inteligencia, sonrisas, miradas. Y el hecho no pasa por el color, tamaño o fisonomía de un par de vivaces ojos; la cuestión está en la mirada, en el mensaje encerrado en ellos.

Un mensaje tácito que se acrecienta en el lenguaje más hiriente que se ha establecido. El lenguaje del ver (o del querer ver) algo más que lo que realmente es. Una ilusión a la que se le da forma y que se cree. Pero… no era el momento, entonces él se excluía y se alejaba, ella no lo sabía o fingía no saberlo.

Y, nuevamente, las letales miradas se hacían presentes y destruían los escudos que él había pergeñado. Una defensa indecorosa ante la ofensiva femenina que lo invadía.
Todo en ella lo era, todo tenía su sentido de ser y de estar. Entonces él, como una pobre hoja vapuleada por los vientos otoñales, se entregaba a sus fantasías y creía. Tal vez era necesario confirmarlo pero, quizás, esa confirmación terminaría con su deseo; y ahí residía el temor.
Temor también a la respuesta deseada. Qué pasaría si ella dijera si. Si ella expresara en su mirada la dulce aprobación: un mundo implacable se vendría sobre él y acabaría con la realidad que lo rodeaba. Los feroces defensores de la ética y la normalidad, de lo canónico y moral, de lo religioso y legal lo destruirían en pocos segundos. Pero, claro, ellos no la conocían y él la conoció en el momento que no debía.

Pero había algo más que toda ella. Algo que estaba en ella pero no era de ella. La acompañaba en sus días y, seguramente, en sus noches. Él lo conoció también y supo que otros también lo habían conocido. Y para ellos no fue un momento inadecuado al conocerlo.
Aquello que provocada la persecución amistosa en aquellos hombres, generaba en él un deseo irrefrenable de locura y desparpajo; de inconciencia y aventura; de sueños y pesadillas; de pasión y ternura. Ese algo, motor incansable de los pensamientos masculinos, era su perfume.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Guau!! Muy bueno!! Che y a los demas, firmen de vez en cuando las producciones de los compañeros, no sean larvas!!

KinkA dijo...

Gracias... y coincido con vos en apoyar y animar al resto en sus producciones.
Muy buenas todas, particularmente me gustaron mucho la de Lucas (Ciudadano de Cotillón), la de Luciana, la de Toto y "La ciudad ajena" que está en la página "Territorio de Palabras".
Un saludo a todos y nos vemos por ahí!!!!!
Cristian

Anónimo dijo...

me encantó!!